Era ciertamente un paraíso. Desde lo alto de los escarpados peñascos caían lianas pobladas de exuberantes hojas y coloridas flores para terminar flotando sobre el lago de agua cristalina cual espejo de pulido fino. Cantos de pájaro dispares inundaban el lugar en una sinfonía de naturaleza pura al mezclarse con el sereno sonido del agua de los pequeños arroyos que desembocaban allí. Los aromas sumían la mente en un trance exquisito al deleitarse en admirar la belleza del páramo. La pareja de enamorados que se bañaban desnudos en sus aguas, lejos de provocar algún tipo de morbo erótico o deseo sexual, eran parte de la belleza inmaculada del paisaje, en el centro del lago, mirándome.
-¡Hijodeputaaaaaaaaaaaa!
Salí corriendo con todas sus cosas. Él corría por el agua que se las pelaba, parecía un surfero pero sin tabla de planchar, para cuando quiso salir del lago yo ya estaba a tomar por culo de allí. Por el camino había dejado caer sus calzoncillos, seguramente se comportaría como un caballero y se los dejaría a ella. Conseguí sacarle ventaja y en una hora larga ya estaba seguro de que no me seguía.
Registré los bolsillos, él no tenía ni condones si quiera; ella, lo más valioso, el móvil. Tenía un WhatsApp:
Mamá>>
Hija, sé que estás con él. No es bueno. Ya estuvo conmigo. Y con tu hermana. Y nos mintió. Papá va a ir a buscarte al lago, está preocupado.
Respondí>>
Mamá, ven tú al lago... Papá se quede en casa.
Era lo menos que podía hacer...
>>
Ah! y tráeme unas braguitas.
Ese pájaro no era ningún caballero.